viernes, 2 de septiembre de 2011

La rEvolución de Eva

            
Casi todo el mundo sabe que Eva era completamente rubia,
aunque ella jamás se dió cuenta de ese detalle porque no
tenía con quien compararse.



                                                                                                                                                           
        
 Descubría poco a poco que con algunas flores y otras
hierbas podía manchar su piel y se entretenía algunos
ratos en ésta tarea.




 Eva era inquieta y sentía mucha curiosidad sobre todas las
cosas naturales de su entorno, fijándose intensamente
en todos los detalles de todos los animales y las plantas.





 Tambien jugaba con las piedras y veía el efecto causado
por las marcas que quedaban en su piel cuando las dejaba
reposar un rato sobre ella.



 En aquel entonces, era la Edad de Piedra.




 Pero su instinto le hacía buscar con frecuencia un cambio
en su aspecto, ya que en el reflejo del agua, que era su
mejor espejo, se veía transformada al mojarse su pelo.




 Y más que por higiene o aseo, pasaba largos ratos
bañandose dentro del agua, simplemente porque
esto le divertía.




Se entretenía con todo, aunque curiosamente había una
cosa que no debía hacer. Era algo inexplicable, pero la
verdad es que tenía prohibido comer manzanas y a diario
se pasaba mucho tiempo observándolas, intentando
reflexionar y jugando con ellas, por ese motivo
precisamente.




       Hasta que un día no pudo resistir la tentación de su
belleza y se comió una de ellas. Y luego otra.




 Fué entonces cuando la tersura y el ácido dulzor de las
manzanas pasaron a formar parte de su ser. 





Y ayudada por el conocimiento que había ido adquiriendo
con sus observaciones, descubrió su capacidad para
fabricarse los potingues necesarios para seguir
aumentando su belleza.




     Pero rápidamente comenzó a pasar vergüenza porque
todos los animales empezaron a fijarse en ella.




 Así que tuvo que inventarse un vestido que la hacia aún más bella.




          
 Y así es como dejó de ser una mona para pasar a ser 
aún más mona.




         
 Con el tiempo, en algunas ocasiones, volvió a dejar de
ponerse el vestido, pero nunca dejaba de llevar los
avalorios que se había fabricado. 




 Y así, continuó durante mucho tiempo sin cesar en su
admiración por la naturaleza, el agua y el sol. 



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